Fuente: FAO
La producción porcina en la región es un pilar fundamental para la seguridad
alimentaria, y una fuente de ingresos muy importante para los agricultores
familiares, según FAO. Debido a las pérdidas que generan las muertes de animales, las bajas en la
producción y los costos asociados a su prevención, control y erradicación,
enfermedades como la peste porcina es una amenaza al desarrollo de la industria
y a la seguridad alimentaria regional.
Tito Díaz, Oficial de Desarrollo Pecuario de la FAO, comentó en la reunión
final del proyecto subregional de la Peste Porcina Clásica (PPC) en los países
andinos, que "América Latina es el tercer exportador mundial de carne de cerdo,
además del primer exportador de carne bovina y de ave. Sin embargo, todavía
persisten altos niveles de desnutrición y de pobreza en la región".
La PPC es una enfermedad transfronteriza de naturaleza viral específica del
cerdo doméstico, cerdos asilvestrados y jabalíes, altamente contagiosa con una
elevada morbilidad y mortalidad. Esto es un riesgo para la seguridad
alimentaria, el desarrollo pecuario e implica restricciones al comercio nacional
e internacional.
Javier Vargas, Director de Salud Animal de AGROCALIDAD, comentó que "para
Ecuador el apoyo de la FAO ha sido muy importante para avanzar en la mejora del
estatus sanitario del país, a través de capacitaciones y asistencias
técnicas".
"Los buenos resultados se han visto reflejados en el Programa de Control de
la Fiebre Aftosa y en el de Control de la PPC. Por ello necesitamos trabajar
conjuntamente con la FAO y los pequeños productores, que son parte del sustento
de nuestra economía", añadió.
El objetivo general de la reunión fue analizar las acciones realizadas
durante la implementación del proyecto, presentar los logros y avances obtenidos
en el trabajo e instrumentar los mecanismos de apoyo y seguimiento al
establecimiento de un programa subregional de prevención, control y erradicación
de la enfermedad en los países andinos.
Diego Rojas, Director del Programa de Erradicación de la PPC de la Asociación
Colombiana de Porcicultores declaró que "el papel integrador con los países que
cumple la FAO, líder regional del Programa Continental de PPC, es fundamental
para mejorar el estatus sanitario y disminuir así el hambre a través del control
y erradicación de una enfermedad que ocasiona pérdidas económicas en las
poblaciones rurales".
El rol de la agricultura familiar
En el encuentro se afirmó que la producción porcina familiar es clave para la
seguridad alimentaria. El impacto de las enfermedades animales como la PPC sobre
los medios de vida de las comunidades rurales y de los pequeños productores es
devastador.
Para avanzar en sistemas integrados de vigilancia de enfermedades animales,
es necesario fortalecer las acciones a nivel local con los pequeños productores,
entendiendo la salud animal como un bien público.
Cristián Fernández, Director del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e
Inocuidad Alimentaria de Bolivia, concluyó diciendo que "Bolivia espera seguir
trabajando con la FAO en la erradicación de enfermedades como la Fiebre Aftosa y
la Peste Porcina Clásica y así hacer un frente común en la lucha contra la
pobreza extrema.
Es de gran importancia llevar a cabo acciones para controlar la enfermedad
por parte de los servicios veterinarios oficiales de los países, permitiendo así
a la producción porcina familiar mejorar tanto la calidad de vida de la
población rural como de los consumidores de los centros urbanos, cumpliendo así
con la reducción de la pobreza, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad
ambiental.
En la subregión andina, existen cerca de 12 millones de cerdos, los cuales se
encuentran en un 96% en manos de pequeños productores, lo que aumenta la brecha
de la producción pecuaria familiar. El 26% de esta producción es agricultura de
subsistencia donde el 10% de la proteína animal es obtenida de auto consumo de
cerdos en la subregión.
Estudios recientes indican que la enfermedad se ha detectado en los últimos 5
años en el 100% de este estrato productivo lo que hace que las pérdidas directas
por mortalidad y caída de los índices productivos se estimen en cerca de 4,3
millones de dólares al año por país, sin considerar los costos indirectos
derivados de la atención de focos y la aplicación de medidas de restricción y
cuarentena para impedir su diseminación.